¿Alguna vez te has preguntado por qué comemos cuando no tenemos hambre? Tal vez porque desde pequeños nos han enseñado que no puede quedar nada en el plato o simplemente porque la comida está buena y nos produce placer. Ambas explicaciones son correctas y muy vinculadas a nuestra cultura y naturaleza. Pero hay otras relacionadas con nuestra biología que también son muy interesantes.
Por ejemplo, la dopamina también juega un papel importante en la respuesta a esta pregunta. Esta hormona se conoce como el neurotransmisor del placer y su actividad está estrechamente vinculada a la serotonina, que se asocia a la hormona de la felicidad. Muchos alimentos, sobre todo aquellos que son ricos en azúcares, producen un aumento de la serotonina y de la dopamina, produciendo un efecto placentero. Así que hay tenemos otra respuesta: el placer y la felicidad que nos proporciona la comida.
Veamos otra cuestión: en anteriores artículos hemos hablado de la importancia de la leptina a la hora de regular nuestro apetito, pues esa es precisamente su función, pero las señales que envía la hormona leptina pueden verse bloqueadas por la mente al percibir algo que nos parece muy sabroso. Es decir, sabemos que la comida nos proporciona una sensación de recompensa y felicidad y por eso somos capaces de bloquear la acción de la leptina y comernos un trozo de pastel aunque hayamos comido tres platos y estemos completamente saciados.
Ya sabemos porqué comemos cuando no tenemos hambre y ahora queremos proponerte un ejercicio muy sencillo que puedes realizar desde casa. La actividad consiste en reflexionar dos veces: una antes de comer y otra después. En el momento en que te sientas en la mesa, cierra los ojos y reflexiona sobre tu apetito y tu sed reales. Este ejercicio es muy importante que lo lleves a cabo comiendo tranquilamente, en un espacio relajado sin distracciones; es decir, que no sea delante de la tele, ni del ordenador, ni de la televisión. Saborea los alimentos, intenta averiguar si lleva alguna especia, qué ingredientes lleva el plato… En una palabra, concéntrate en la comida y si crees que estás comiendo muy deprisa, para un momento y respira.
Cuando termines de comer, reflexiona de nuevo y pregúntate si sigues teniendo hambre. Si la respuesta es SÍ, piensa si es un hambre fisiológico o emocional. Sabrás que es fisiológico, porque simplemente no habrás comido lo suficiente para saciarte y, efectivamente, se trata de un hambre real. En cambio, sabrás que es un hambre emocional si tu estomago está lleno y sigues teniendo hambre, En ese caso, puede que tus sensaciones de hambre y saciedad estén alteradas y no sean reales. Debes preguntarte si has sido capaz de parar de comer cuando has detectado que ya no tenías hambre. Si es así, estás consiguiendo gestionar tu saciedad. Si, en cambio, crees que podrías seguir comiendo a pesar de no tener hambre, debes preguntarte por qué crees que podrías seguir comiendo.
Alejandra Pou Escarrer.
Nutricionista.